Finaliza una relación. Termina un legado. Concluye ante nuestros ojos un importante capitulo en la historia del videojuego. El lanzamiento de Metal Gear Solid V significa muchas cosas pero ante todo el fin de un ciclo y no me refiero a la novelita Konami-Kojima sino al binomio cine/videojuego que con la transformación de Big Boss muta también para adentrarse en una nueva etapa. La saga Metal Gear como la conocemos acaba encumbrada en lo más alto del Olimpo del vieojuego. Agraciada por un halo de divinidad que la prensa en común consenso le han otorgado y respaldada por la absoluta alabanza de parte de usuarios, el Big Boss no solo se va por la puerta grande sino por la principal con alfombra roja y desfile. El futuro se encargara de matizar las emociones de este momento, Konami probablemente colapsara en esto de los videojuegos y aunque de Kojima continuamos esperamos grandes obras siempre quedaran las historias de Naked/Solid Snake como referencia en su género, emblema de una generación y ejemplo de un videojuego.

 

Ya en 1987 el Metal Gear original tuvo un trascendente impacto sobre la tendencia videoludica del momento: dotar al videojuego de acción de una trama tan o más trabajada que la propia dinámica de juego, complementada con mecánicas particularmente integradas y verosímiles en relación de los acontecimientos narrados (no hablemos además de la instauración del genero de infiltración). La metodología con que la jugabilidad se tomaba a si misma era potenciada por la agudeza de lo narrado. Esta fue la fórmula del éxito que acompaño a la saga hasta su culmen, al menos en su concepción como obra de autor.

 

En 1998 Metal Gear Solid redimensiono estos parámetros consolidando algunos y añadiendo otros hasta ese momento técnicamente imposibles. La predilección de la narrativa como columna vertebral de toda la producción era evidenciada con el abrazo al estilo cinematográfico: largas cinemáticas, abrumadora líneas de dialogo o cuidado modelado de personajes acabaron estableciendo (para bien o para mal) un paradigma en cuanto al uso de técnicas cinematográficas en la narrativa del videjuego. Pero fue el empeño por estructurar un mensaje antibélico por parte de Kojima lo que dota de verdadero valor al juego: como las grandes obras todo su cuerpo se construye a partir de una idea matriz que empapa los demás apartados. Absolutamente todo gira en torno a algo. Esa manera de producir videojuegos (por lo general el estilo de los maestros) era en ese momento especialmente inusual… y todavía hoy.

 

Sons of Liberty fue algo así como la antítesis de toda secuela, todo lo que los fans esperaban fue «olvidado» por Kojima en un ejercicio ejemplar de su característico trolling fundamentado quizá en su aversión a continuar con la saga, posiblemente debido a esto es considerado el capítulo más discreto. Fue con Metal Gear Solid 3: Snake Eater cuando Kojima se infiltro en el paraíso de los videojuegos. Destilo la fórmula para dar a luz lo que (hasta ahora) resulta ser el mejor videojuego de la saga: logro obtenido por la categórica solidez que demuestran cada uno de sus apartados e inclusive algunos sobresalientes como el desarrollo de Naked Snake o la concepción de The Boss entre los personajes mejor construidos que se recuerden. De los mejores videojuegos holísticamente hablando de la historia. Su secuela directa Peace Walker funciona en un rango inferior pero le basta para convertirse en uno de los mejores juegos para cualquier consola portátil por el evidente mimo de diseño (marca de Kojima) a parte de otros factores como su interesante sistema de gestión de recursos.

 

Metal Gear Solid 4: Guns of the Patrios fue un capitulo particular en la historia del medio. Abrió un absurdo debate que se ha recrudecido en los últimos días sobre los limites jugables de la mal llamada «película interactiva». Dicha polémica marco para siempre su destino condenándolo a los extremos: o lo amas o lo odias, pero más allá de polémicas circunstanciales muchos coinciden en que nuevamente Kojima acertó de plano al cerrar la historia de sus dos protagonistas en un mismo juego, con los toques adecuados de solemnidad y emotividad que la situación requería. La historia se ha encargado de cuestionarlo pero esa intercalación de distintos clímax por personajes o la partición de la pantalla dicen mucho de Kojima a nivel de director cinematográfico. Esperamos una película de su mano si no es mucho pedir.

 

Contrario a lo que se podría concluir Hideo Kojima no es Dios: muchas escenas y diálogos tienden a la grandilocuencia burda o vacía, las críticas de la duración de sus cinemáticas están plenamente justificadas, la disposición de la saga a dirigirse hacia la acción es también discutible así como la tajante partición entre cinemáticas/momentos jugables que ha devenido en una seria crisis de identidad en la industria que no es capaz de encontrar su forma narrativa aun teniéndola delante de sus narices, limitándose erróneamente a copiar al cine que a su vez se inspira en el estilo de Kojima. Contratiempos que en realidad han calado poco o todavía no somos conscientes de sus consecuencias. Metal Gear Solid es y será sinónimo de prestigio.

 

Metal Gear Solid V: The Phantom Pain viene a concluir una franquicia de innegable envergadura. Los dramáticos acontecimientos que rodean su desarrollo no han hecho más que potenciar el significado afectivo de su salida, lo vemos claramente reflejado en la cantidad de notas perfectas con que la prensa está despidiendo a la saga (Opus Magnus se atreven a decir algunos). No dudo ni por un segundo en la calidad del juego puesto que Hideo nos ha acostumbrado a soberbios trabajos de producción pero el dolor fantasmal será siempre el de la perdida. Metal Gear Solid V no se entiende sin su significado extra videojuego, no sería lo mismo sin sus circunstancias y eso debería evaluarse con especial cuidado. Mama distancia y Papa tiempo se encargaran de poner todo en su lugar pero de momento el Anakin Skywalker de los videojuegos: Naked/Poison Snake se despide como lo que es: una leyenda polivalente del videojuego.

 

Sirva un solemne saludo militar delante de lo que fue un soldado ejemplar.