Que Capcom merezca arder en las llamas del fuego eterno lo dejo a jurisdicción de cada lector, pero no pueden negar que estaban advertidos. Este clásico puñetazo eminentemente comercial no sorprende absolutamente a nadie (a no ser que seas un recién llegado a la industria) y es que Capcom ha venido implementando ésta estrategia desde hace una buena cantidad de años. A partir del apabullante éxito de Street Fighter II y en buena medida para exprimir al máximo la gallina de los huevos de oro, fueron lanzadas alrededor de una decena de versiones extendidas (Super, Championship Edition, New Challengers, Hyper, Turbo, HD Remix, Etc.), tanto para consolas como para recreativas. Sus entregas posteriores siguieron también esta táctica, aunque en menor medida que lo acontecido con la segunda parte, cuyo excepcional caso fue a toda luces desproporcionado.

 

Quizá uno de los argumentos más sólidos y justificables para el constante enfado de los fanáticos es que, este “virus” no solo se limitó a la saga de Street Fighter, sino que ha llegado a infectar a casi la totalidad de franquicias de lucha que la compañía posee en su haber (situación que se torna aún más grave tomando en cuenta que Capcom es, indudablemente referente dentro del genero de lucha en 2D). Así hemos visto a Marvel vs Capcom 3 y Ultimate Marvel vs Capcom 3 con una diferencia de sólo 9 meses del primero respecto al segundo,  o el sonado caso de Street Fighter IV, por citar dos de los ejemplos más recientes.

 

Ahora bien, vamos a lo nuestro: a grandes rasgos y desde su lanzamiento en 2009, podemos decir que ha habido una versión de Street Fighter IV casi anual: contando la versión original en 2009, Super Street Fighter IV (2010), Super Street Fighter IV 3D Edition (a principios de 2011), Super Street Figther IV Arcade Edition (a finales de 2011), el 2012 fue cubierto por Street Fighter X Tekken (2012) y ahora: Ultra Street Fighter IV (2013). Condenar cualquier saga a una producción anual, no hace más que desgastar rápidamente la franquicia si me preguntan, pero al parecer el mercado dice otra cosa, a juicio del lector quedara si por cada una de estas versiones vale la pena pagar nuevamente por el mismo producto en esencia pero con algunas novedades. Lo que es innegable es el corto periodo de tiempo entre una versión y otra, que para algunos (habiendo comprado una versión para verse en pocos meses ya desactualizados) puede resultarles justificadamente indignante.

 

Aun con todo lo anteriormente expuesto, además de la constante queja de gran parte de los fanáticos, la última palabra la tienen siempre los billetes (no olvidar nunca que es una industria), y estos afirman desde Street Fighter II (1991) que esta polémica estrategia es productiva.