¿Cómo contar una historia de la que conocemos más allá de su desenlace? Esa es para muchos la gran preocupación alrededor de Rogue One, el primer spin-off live action de Star Wars. Tal y como su nombre lo indica, lo que encontraremos al entrar al cine es una historia, un singular acontecimiento en el universo creado por George Lucas, un pequeño lapso de días que, dentro de dicho universo, cambiaría la historia de la galaxia.

Para los que no lo sepan, Rogue One se desarrolla apenas unos días antes del inicio de Episodio IV, bajo la primicia que da origen a la trilogía original: la primera victoria importante de la Alianza Rebelde sobre el Imperio Galáctico. La cinta es protagonizada por Jyn Erso, hija de un importante ingeniero del Imperio, el encargado de crear la Estrella de la Muerte.

Así, la Historia de Star Wars nos lleva a conocer los primeros días en que la súper arma estuvo operativa; mientras el temible Imperio usa el miedo para dominar a propios y extraños, la Alianza intenta mantenerse viva con un poco de esperanza. A lo largo de la trama, nos damos cuenta que los orígenes de los buenos están más allá de lo que vemos en la superficie.

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Sacrificios e incertidumbre, rondan por las mentes de los Rebeldes, pero logran aferrarse a cualquier posibilidad de salir victoriosos, aunque eso los lleve a un camino sin retorno. Sin querer arruinar la experiencia, Rogue One es una película que podría estar inspirada en la clásica introducción de A New Hope, la cual nunca volverá a ser la misma tras el estreno de este spin-off.

Rogue One: A Star Wars Story es mucho más que un gran capítulo de Rebels o Clone Wars. Desde un inicio podemos identificar los elementos que han hecho grande a la saga, como el camino del héroe, la fe en todo lo que nos rodea y la esperanza como la única motivación que necesitamos, todo esto aderezado con los siempre interesantes conflictos familiares, una enorme galería de personajes y una historia condensada, pero llena de posibilidades.

La dirección de Gareth Edwards es la adecuada, encontró los elementos suficientes para hacernos sentir en una película de Star Wars, no se aventuró por los guiños sencillos, y de los personajes que tuvo disponibles logró sacar lo mejor de cada uno. En pocos minutos nos sentimos parte de Rogue One, de su misión y, aunque sabemos el desenlace, nos preocupa cada momento que pasa antes de la conclusión y hasta celebramos la victoria de los Rebeldes.

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No es un simple viaje de transición, es el trasfondo del momento cumbre de la Alianza, del fin del Imperio, de la llegada de los personajes que hemos amado por casi 40 años. Rogue One es como las precuelas debieron haber sido, sin referencias absurdas o forzadas, con el entendimiento perfecto de lo realizado por George Lucas en 1977, 1980 y 1983, con un humor sutil y cierto grado de oscuridad, pero con héroes que salvan el día.

Sobra decir que visualmente estamos ante un espectáculo de efectos especiales, en muchos momentos parece que nos encontramos con la mejor versión de algunos clásicos como el combate entre X-Wings y TIE Fighters o la presencia dominante del más grande referente de la saga. De igual manera, las actuaciones logran por completo su cometido, transmitiendo emociones fuertes en los momentos indicados y brindando de fuerza a cada acción que ocurre a lo largo de la cinta.

Rogue One: A Star Wars Story es más fiel a la saga que The Force Awakens, y en cierta medida arriesga más que la dirigida por J.J. Abrams. Para todos los que pensaron que Disney no sabría qué hacer con la franquicia, hoy podemos decir que estaban equivocados. Rogue One es una invitación perfecta para ver la trilogía original y con eso es más que suficiente para disfrutarla.

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