Una aterradora forma de ver los problemas de una sociedad que aspira a ser mejor

A pesar de que el mundo no vive su mejor periodo de tolerancia o respeto, si es el momento ideal para lanzar una cinta en la que esos temores se vuelven una ventaja para los malos y el terror se convierte en el estándar de toda una sociedad. Get Out logra apoderarse de nuestros tiempos para entregar un filme sencillo y efectivo, en búsqueda de una moraleja que si no aprendes de esta forma no lo harás de ninguna otra.

Chris (Daniel Kaluuya) y Rose (Allison Williams) son una feliz pareja a punto de dar el siguiente gran paso de la relación: conocer a los padres de la novia. Para ello deberán dejar la ciudad y pasar un fin de semana en el campo, lejos de la civilización y con la incógnita del “¿qué dirán?”. Y aunque al inicio no parece haber más problemas, Chris se siente inquieto por ser el novio afroamericano de una chica blanca.

Una vez que la pareja llega con los padres de Rose, Missy (Catherine Keener) y Dean (Bradley Whitford), la tranquilidad del campo se empieza a tornar un tanto incomoda. Desde la sospechosa actitud de los suegros, lo servicial de los empleados y el pasado de los dueños de la casa; de un momento a otro nuestro protagonista se vuelve el centro de atención, rodeado de blancos que admiran todas las características de su raza.

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A pesar de que la primera escena nos da un golpe de realidad para las personas de color, la presentación de los personajes parece más una comedia romántica que una película de terror. Y es precisamente ahí donde yace el encanto de Get Out; mientras más nos involucramos con la pareja, mayor efecto tiene el suspenso y el horror en la trama, con un excelente ritmo en las acciones.

Jordan Peele construye una narrativa que profundiza en los miedos de la sociedad, la paranoia y la inseguridad de aquellos que no son afectados, para concebir escenas de terror con una despiadada tranquilidad por parte de los involucrados. Mientras un personaje está siendo destruido desde adentro, el resto juega una letal partida de bingo y en consecuencia empezamos a ver sangre por todos lados.

A lo anterior debemos sumar un excelente juego de cámaras para los distintos acontecimientos de la historia, la musicalización adecuada para cada escena y un increíble uso de objetos recurrentes que nos preparan para cada nueva situación de peligro. Cuando se devela el porqué de lo está pasando, la explicación logra dar sentido a todo el horror y suspenso: no es una aventura vacía, sino una verdadera historia de terror.

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El único punto negativo para nosotros es el humor, pues a diferencia de la presentación de los personajes, hay una situación recurrente que aligera el suspenso y nos coloca en una especie de transborde entre las secuencias importantes. Sin embargo, termina siendo repetitiva y nos distrae de lo verdaderamente importante, definitivamente innecesaria.

¡Huye! (como se le conoce en México) aprovecha el escenario actual para presentar una experiencia de terror formidable, que no busca retomar clichés o situaciones en donde la gente es estúpida. Una cinta donde la víctima no es vista por debajo del victimario, sino más bien como una aspiración a lo que su retorcidamente quiere llegar a ser.

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